domingo, 21 de mayo de 2017

Hablando sobre el hogar (en el Centro de Deportación)
Bueno, creo que mi casa me escupió, los apagones y toques de queda como una lengua contra unos dientes a punto de caer. Dios, ¿sabes lo difícil que es hablar sobre el día que tu propia ciudad te arrastró del pelo, delante de la vieja prisión, delante de las puertas del colegio, delante de los torsos ardiendo erigidos en estacas como banderas? Cuando me encuentro a otros como yo reconozco la nostalgia, lo perdido, la memoria de ceniza en sus rostros. Nadie abandona su casa a menos que su casa sea la boca de un tiburón. He llevado el viejo himno en la boca durante tanto tiempo que no hay sitio para otra canción, otra lengua u otro idioma. Conozco una vergüenza que amortaja, sepulta totalmente. Allah Ceebta, rasgué y me comí mi propio pasaporte en el hotel de un aeropuerto. Estoy hinchada del idioma que no me puedo permitir olvidar.
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Me preguntan que cómo llegué aquí. ¿No lo ves en mi cuerpo? El desierto de Libia rojo de cuerpos de inmigrantes disparados a la cara por intentar entrar, el Golfo de Aden hinchado de cuerpos de inmigrantes. No habría metido a mis hijos en el barco a menos que pensara que el mar era más seguro que la tierra. Espero que el viaje significara más que millas porque todos mis hijos están en el agua. Quiero hacer el amor pero mi pelo huele a guerra y a correr y correr. Mira todas estas fronteras, con espuma en la boca de cuerpos marrones rotos y desesperados. Soy del color del sol caliente en la cara, los restos de mi madre nunca fueron enterrados. Pasé días y noches en el estómago del camión, no salí siendo la misma. A veces parece que otro llevara mi cuerpo.
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Conozco pocas cosas verdaderas. No sé dónde voy, de dónde vengo se desvanece, no soy bienvenida y mi belleza no es belleza aquí. Mi cuerpo quema de la vergüenza de no pertenecer aquí, mi cuerpo anhela. Soy el pecado de la memoria y la ausencia de la memoria. Veo las noticias y mi boca se convierte en una pila llena de sangre. Las líneas, las formas, la gente en las mesas de escritorio, las tarjetas de llamada, los funcionarios de inmigración, las miradas en la calle, el frío depositándose en mis huesos, las clases de inglés nocturnas, la distancia de mi casa. Pero Alhamdulilah todo esto es mejor que el olor de una mujer en llamas, o un cargamento de hombres que se parecen a mi padre, arrancándome dientes y uñas, o catorce hombres entre mis piernas, o una pistola, o una promesa, o una mentira, o su nombre, o su masculinidad en mi boca.
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Les oigo decir, vete a tu casa, les oigo decir, jodidos inmigrantes, jodidos refugiados. ¿De verdad son tan arrogantes? No saben que la estabilidad es como un amante con una dulce boca sobre tu cuerpo un segundo y el siguiente eres un temblor tumbada en el suelo cubierta de escombros y vieja moneda esperando la vuelta. Todo lo que puedo decir es que yo era como tú, la apatía, la pena, la ingrata ubicación y ahora mi casa es la boca de un tiburón, ahora mi casa es el cañón de una pistola. Te veré al otro lado.
Warsan Shire