miércoles, 30 de marzo de 2016

La hierba crecerá
Si te llevas a mi hijo, Señor,
da fuerza a mis manos para cavar su tumba,
cubrirle con tierra.
Señor, envía un poco de lluvia
para que crezca la hierba.

Si se quema mi casa
y las cenizas se meten en la nariz
haciendo llorar los ojos,
entonces, Señor, envía un poco de lluvia
para que crezca la hierba.

Pero, Señor, no me envíes
locura,
te pido lágrimas,
no me envíes locura lunar
que se aposente en mi cerebro,
prefiero que me envíes hordas de caballlos
galopando,
aplastando,
pero no rompas
la yema de la luna sobre mí.

Jonathan Kariara, Kenia

Grass will grow
If you should take my child Lord
Give my hands strength to dig his grave
cover him with earth
Lord send a little rain
For grass will grow

If my house should burn down
So that the ashes sting the nostrils
Making the eyes weep
Then Lord send a little rain
For grass will grow

But Lord do not send me
Madness
I ask for tears
Do not send me moon hard madness
To lodge snug in my skull
I would you sent me hordes of horses
Galloping
Crushing
But do not break
The yolk of the moon on me.

– by Jonathan Kariara (1935 – 1993)

lunes, 28 de marzo de 2016

Dorothy
¡Vaya! Me recuerda a una niña con los ojos pegados a los pies sobre la acera
que dibujaba mariposas durante el día
y luego por la noche, todas morían
luego comienzan sus pesadillas, los monstruos de su armario se ponen a cantar
horizontes nublados destrozan sus ojos terrenales
una historia que solo se puede contar con las heridas de sus muslos
Por el día, Dorothy estaba animada y subía a las alas de las hadas
luego por la noche, Dorothy ahogaba gritos silenciosos persiguiendo sueños vigilantes
Se siente como si los dioses la hubieran abandonado
pariendo niños que no puede tener
hombres adultos con problemas de niños demasiado feos para expresarlos
algunos dicen que miró a la luna demasiado tiempo
que se cegó por el brillo
ahora se inclina hacia adelante y elige una lista de deseos psicodélicos
barridos solamente por su aliento divino
Luego se dio cuenta de que su latido era un crescendo de canciones
un crescendo de canciones nunca cantadas en esta dimensión
Dorothy encontró pies rotos entre el ritmo del funk
Ahora su corazón palpita y la multitud se agita
Dorothy sabe que cada vez que sonríe
por una décima de segundo, Cristo viene.
Un abrazo de Dorothy me devolvió a un sueño
en el que Medusa me besaba en la frente
con labios tan dulces como las nanas que canta a los dioses
Dorothy me devolvió a las solitarias noches de hip-hop
teletransportando por el tiempo y el espacio con un movimiento de cabeza
hay peces susurrándome al oído izquierdo, diciéndome que deje de actuar como lo que no soy
pero ¡vaya, amigo! Son solo susurros de un sueño
inscritos en mi lengua por el beso de una reina.

Nape Nino Senong. Sudáfrica: http://badilishapoetry.com/nape-nino-senong/

sábado, 5 de marzo de 2016

Tierra del Sahel
Esta estación es para los baobabs.
Los baobabs son príncipes de las alturas.
Sus pies hinchados dominan
todo un imperio bajo tierra.

Por encima de los baobabs,
las gaviotas se lanzan y salen de las aguas saladas.
Nos miran fijamente con sus ojos rurales.
Nos miran fijamente como pescadores Serere de Joal.

El sol brilla sobre las ramas astilladas.
Esta es una estación de risas desoladas.
Muy poca agua cálida ha caído
para consolar nuestras almas.
Muy poca agua ha caído
sobre las hojas de las palmeras para sustentar
el gaznate de los cuervos.

Las lluvias han firmado un contrato de abandono
con nuestras tierras. Las lluvias han firmado un contrato de abandono.
Nuestros suelos están baldíos, sin hierba ni arbustos,
sin hierbajos ni enredaderas. Nuestra herencia
se ha convertido de repente
en la inquieta desesperación del destino del camello.

Solo los baobabs caminan majestuosamente
en nuestras tierras; sus ramas de pulpo
se agarran a alguna esperanza ancestral.

Nosotros sudamos hasta que temblamos como peces bonga.
Sudamos para enfriar nuestros cuerpos en llamas.
El sudor es nuestra catarsis.
Dios derrama agua fría desde dentro.

Sahelian Earth
This season is for the baobabs.
Baobabs are princes of height.
Their swollen feet command
a whole empire under earth.

Above the baobabs,
seagulls dive in and out of brackish waters.
They stare at us with country-bred eyes.
They stare at us like Serere fishermen from Joal.

The sun radiates above splinter boughs.
This is a season of desolate laughters.
Very little warm water has fallen
to comfort our souls.
Very little water has fallen
on palmfronds to support
the throat of crows.

Rains have signed a contract of neglect
with our landscape. Rains have signed a contract of neglect.
Our soils are bare, without grass or shrubs,
without weeds or creepers. Our inheritance
has suddenly turned into
the restless despair of the camel's fate.

Only the baobabs stride majestically
in our landscape; their octopus branches
cling to some ancient hope.

We sweat till our bodies shrivel like bonga fish.
We sweat to cool off our body fires.
Sweat is catharsis for us.
God pours down cold water from the inside.

Tijan Sallah, from the Gambia (The Penguin Book of Modern African Poetry, p. 91)